Hace exactamente un año, me encontraba frente al típico dilema de estudiante de universidad de último año: elegir el Trabajo de Fin de Grado. Un trabajo que suele exigir una gran preparación previa, un enorme trabajo de recopilación-redacción y que, finalmente, suele tener el mismo destino en todos los casos: la papelera. No os engañéis, por mucho que nos esforcemos, lo cierto es que los TFG estándares no suelen pasar de la corrección y lectura del tribunal (a veces, ni eso).
Qué queréis que os diga, pasarme meses trabajando para tirarlo todo a la basura al terminar no me parecía una opción. Así que comencé a buscar otras alternativas.
Uno de los motivos por los que decidí comenzar a estudiar Ingeniería de Energías Renovables fue ese deseo inocente que hemos tenido todas las personas alguna vez de querer cambiar el mundo. Energías renovables, el futuro verde. Quizás fuera por ello, pasar tres años rodeado de números, factores, letras griegas y cualquier otra cosa que no se saliera estrictamente de los cálculos matemáticos, fue un poco frustrante y desalentador.
La fortuna quiso que, al comenzar mi último año, conociese de casualidad un seminario de ISF-MGI sobre la aplicación práctica de la tecnología en la cooperación, gracias al cuál descubrí la interminable lista de lo que no hay que hacer en estos casos (como pensar que somos poseedores de la solución para todo y no escuchar a la población local, error terriblemente habitual… y con consecuencias fatales). Fue entonces cuando se me hablo, por primera vez, de la posibilidad de realizar mi TFG en Cooperación. Una oportunidad para, al mismo tiempo, probar mis conocimientos teóricos en una situación de campo real y de conocer una realidad muy alejada de lo que se conoce aquí. Una oportunidad única e irrechazable.
Por ello, decidí aceptar un proyecto de la ONG Fundación Mozambique Sur. Así que, tras asegurarme de que a mi familia no le había dado un infarto tras decirles que me iba tres meses solo a África (¡¿Que te vas a dónde?!), llené la maleta y me embarqué en el primer vuelo con destino a Maputo.
Una vez en el terreno, te das cuenta de que un proyecto de este tipo supone una exigencia mucho mayor que un TFG normal. Para empezar, tienes que proyectar todo con gran precisión, previendo pérdidas del sistema, posibles sobrecostes en la instalación y mantenimiento, consecuencias que puede acarrear un mal uso… Y es que cualquier contratiempo no calculado podría echar a perder su viabilidad técnica o económica. Y adiós a la buena obra. Por otra parte, hay que tener en consideración la opinión de las personas beneficiaras del proyecto a la hora de realizar alguna propuesta, ya que, si no les gusta lo que propones, olvídate de ponerlo a prueba. Por último, es preciso que la tecnología a implementar sea conocida y accesible para la población local, de tal forma que si se da alguna avería o fallo (cosa que ocurrirá, 100% garantizado), pueda solucionarlo por sí misma y no tengan que esperar a que vuelva a viajar alguna persona experta expatriada o a que lleven la pieza desde Europa.
Mientras estaba allí y daba muestras de mi día a día a través de las redes sociales (si, lo admito, me puede el postureo), mucha gente me elogiaba (también me pueden las palabras bonitas) por la “encomiable labor” que, aparentemente, estaba realizando allí. Como si mi presencia allí ya sirviera de por sí para hacer del sitio un lugar mejor. Lo cierto es que, en ocasiones, no se consigue implementar lo proyectado (así fue en mi caso). Y, aun cuando se consigue, no soluciona todos los problemas de la población local. Pero si consigues comprender su situación y empatizar, habrás dado el primer paso hacía un cambio más profundo y necesario para mejorar el mundo.
Así que, por resumir, no me arrepiento en absoluto de la decisión tomada. Ha sido la mejor experiencia de mi vida, tanto a nivel profesional (enfrentarse a situaciones complejas reales, trabajo en equipo…) como personal (descubrir realidades sociales diferentes, abrir la mente…). Así que, si estas planteándote la opción de hacer tu TFG/TFM en cooperación, no lo dudes. Te cambiará la vida.
Markel Meseguer
Estudiante de Ingeniería de Energías Renovables en la EUITI de Eibar (UPV-EHU)
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